lunes, 30 de octubre de 2006

Casi una semana

Phil Essam, gurú del kilometraje allá por las Antípodas del planeta, ha tenido a bien organizar para mediados de este mes una Carrera de Seis Días por internet para la que ya me he inscrito. La cosa funcionará como cualquier otra carrera de Seis Días, esto es, que ganará el que más kilómetros sea capaz de recorrer desde las ocho de la mañana del día 17 hasta las ocho de la mañana del 23. La única diferencia con otras carreras de este tipo es que cada cual podrá competir sin tener que salir de su ciudad de residencia, compaginando la prueba con su vida laboral y social, aunque tendrá que contar él mismo sus kilómetros y transmitirle la cifra a Phil al final de la jornada para que él vaya haciendo la suma y diga quién va primero. Hasta el momento los inscritos somos siete, entre ellos Jesper Olsen, el danés que hace cosa de un año terminó de dar su vuelta al mundo a la carrera. Que yo sepa soy el único marchador, así que tengo todos los números para quedar el último.
Mi plan para la carrera es el siguiente. Me voy a contar todos los kilómetros que haga, tanto los de entrenamiento -que pienso aumentar expresamente- como los que pueda cubrir yendo a la oficina, a buscar el periódico o a comprar el pan.
Por cierto, el récord mundial de los Seis Días de Marcha lo tiene George Littlewood con 855,180km... Desde 1882.
Foto: Portada del Harpers Weekly del 5 de abril de 1879 que hace referencia a una prueba de Seís Días disputada en Nueva York.

domingo, 29 de octubre de 2006

Sin

Creo que todavía no lo he dicho: yo marcho siempre sin calcetines. Es algo que a mucha gente le causa cierta extrañeza y a mí algunos problemas a la hora de explicar la razón. Porque en realidad no sé por qué no uso calcetines. Bueno, sí lo sé: no los uso porque no los necesito. Lo que quiero decir es que no sé por qué un día decidí de pronto no ponerme los calcetines antes de calzarme las zapatillas de marcha. Es más, ni siquiera consigo recordar cuándo fue eso. He buscado en mi álbum de recuerdos y he encontrado fotos mías de hace quince años en los que ya aparezco sin calcetines. La pasta que me he ahorrado en todo este tiempo.
Foto: 24 horas de Malasia (2003)

viernes, 27 de octubre de 2006

43 kilómetros y dos bocadillos

Este verano, en mi preparación para los 200km de Dijon introduje como novedad una serie de salidas casi semanales de un mínimo de 40 kilómetros a tan solo un 75% del esfuerzo (esto es, en torno a 7:30 el km, un minuto más de lo que ya hubiera sido considerado un ritmo lento). El plan era no castigarse demasiado, teniendo en cuenta que estábamos en agosto y septiembre y que esto es Mallorca.
Visto el resultado de Dijon, el balance final no puede ser más desastroso. Sin embargo, como durante esas sesiones largas pero suaves que combinaban zonas urbanas y de carretera me lo pasé bien, he dedicido recuperarlas al menos para esta primera fase de la temporada.
Así que esta mañana ha sonado el despertador a las seis y media, he desayunado convenientemente, me he colgado a la espalda una bolsa con el avituallamiento -un botellín de agua y un par de bocadillos- y he salido a la calle para hacerme 43 km de marcha.
He vuelto 5 horas y 31 minutos después con una ampolla en la planta del pie.

jueves, 26 de octubre de 2006

Estirando... o no

Primero fueron los abdominales. Aquellos abdominales que hacíamos hace veinte años, resoplando mientras contábamos uno, dos, cinco, veinte, casi tocando la rodilla con la nariz... Al final resultó que eran perjudiciales y contraproducentes. Así que todos nos pusimos de pronto a hacer los nuevos que, por cierto, eran mucho más sencillos. Luego le tocó el turno a los ejercicios de flexibilidad. Se acabó eso de hacer repeticiones con rebote. Lo que decían los expertos que había que hacer era adoptar una determinada postura y forzarla suave y progresivamente. Stretching se llamaba eso. Y también lo hicimos. Y ahora una nueva teoría defiende la inutilidad total de esos estiramientos o de cualesquiera otros. El argumento es de lo más simple. ¿Hacen estiramientos las gacelas antes de ponerse a correr a toda leche delante del león? No. ¿Y las coge? Más aún: ¿Se sabe de alguna que se haya lesionado?
La verdad es que esta argumentación tiene algún que otro punto débil. Igual el león no pilla nunca a la gacela precisamente porque él tampoco hace estiramientos, que si les dedicase cinco minutitos antes de lanzarse al ataque lo iba a tener claro la puta gacela.
De todas formas, yo soy muy fácil de convencer.

martes, 24 de octubre de 2006

Sin palabras



Chris Rael. Sin palabras.

lunes, 23 de octubre de 2006

Never, never, never...

Algunos marchadores suelen realizar parte de su entrenamiento corriendo. Incluso corren crosses y medias maratones. Yo no corro nunca. No me da la gana. Y si lo cuento es porque cada cierto tiempo alguien me lo pregunta. Lo bueno es que no he visto jamás que a un corredor se le pregunte si marcha de vez en cuando.

domingo, 22 de octubre de 2006

Entrenando en territorio comanche

Visto que la ciudad estaba hoy en estado de sitio por culpa de la celebración de la Maratón TUI - Palma de Mallorca, he aprovechado para hacer un entrenamiento cronometrado de 15 kilómetros confundido entre el mogollón de gente que corría. Mi tiempo: 1:22:33, casi un minuto menos que el año pasado, por cierto.
Nota: Sin que sirva de precedente, pongo la foto de un corredor para ilustrar este artículo.

sábado, 21 de octubre de 2006

Aquí donde me veis, vigesimoquinto nada menos

Bueno, aquí los amigos de Marchons.com han publicado ya el ranking de Gran Fondo correspondiente a la primera mitad de la temporada 2006-07, que engloba los 200 km de Graide, las 28 horas de Roubaix, los 200km de Vallorbe y los 200km de Dijon. Mis 170,632 km en 23 horas 53 minutos y 3 segundos –esto es, a 7,144 kilómetros por hora- de Dijon me valen el 25º puesto de 70. Lo que se dice una mierda. Una puta mierda, para ser exactos.
El primero de la lista es un año más Gregorz Adam Urbanowski con 200km en 23 horas 20 minutos y 2 segundos (8,571 km/h de media). A todos nos gusta la ciencia ficción e imaginarnos qué habría sido de nuestra vida de haber pasado lo que nunca pasó –a mí el primero, que tengo una inventiva a prueba de frustraciones-, así que vamos con ello. Con mi mejor marca en 200km -Chateau Thierry 2002, la de la foto- sería el segundo del ranking. Lo sería incluso con mi segunda mejor marca.

jueves, 19 de octubre de 2006

Uff, casi me entrevistan

Suena el teléfono. Una voz femenina se identifica como periodista de IB-3 Televisión. Maldita sea. Me cuenta que quieren hacerle un reportaje al maratoniano Toni Peña y buscan a una persona de su entorno para que haga más o menos como que lo entrevista y la cosa quede un tanto íntima. Conozco a Toni Peña desde hace casi veinte años, pero nuestra relación no va mucho más allá de los habituales saludos y buenos deseos propios entre las personas educadas, así que les digo que mejor que busquen a otro. La periodista y yo comentamos las posibilidades. Me da las gracias y nos despedimos. Pero antes me avisa de que un día de estos me volverán a llamar para hacerme un reportaje a mí solo. Maldita sea.
-¿No tienes tiempo?
-Tiempo sí. Lo que pasa es que yo ya estoy bastante de vuelta de todo esto. No me interesa la publicidad. Marcho por el placer de hacerlo y nada más.
-Vale, pero te llamaremos igual. Aunque será más adelante.
-Que sea muy adelante.

miércoles, 18 de octubre de 2006

Porque está ahí, coño


"Compañía, la gratificación del triunfo, buena forma física...; sí, muy bien. Pero ¿qué más?"
John Man, "¡Camine!" (1979)
Sinceramente, me fastidia toda esa gente que no para de hacer siempre la misma pregunta. Casi tanto como esa otra que se empeña en busca respuestas complicadas.
"Andar significa ver lo nunca visto, comprensión, amistad, intimidad, perspectivas emocionales, capacidad física. ¿Demasiado quizá para una actividad tan prosaica y natural? En realidad no, pues, en último extremo, el andar equivale a una imagen de la propia vida."
El mismo John Man, "¡Camine!" (1979)
Cuando el escalador George Mallory acuñó su famosa expresión "Porque está ahí" en respuesta a la cuestión de por qué tanto empecinamiento en querer alcanzar la cima del Everest, no estaba tanto resumiendo un sentimiento vital cuanto intentando desembarazarse de unos interlocutores más pesados de la cuenta. Y es que Mallory se veía obligado a responder a esa misma pregunta cada vez que era presentado a un auditorio o incluso a una sola persona. Normalmente lo hacía con una cumplida exposición de motivos en la que condensaba sus experiencias pasadas y las ilusiones futuras. Aquel día, sin embargo, estaba cansado. Dijo tres palabras, pero seguramente pensó cuatro: "Porque está ahí, coño".

viernes, 13 de octubre de 2006

Una obra de arte



La ciudad de Epinal es famosa en toda Francia por los extraordinarios grabados que salen de sus talleres de imaginería. El que reproduzco sobre estas líneas convenientemente escaneado -regalo de Jacqueline Bonnet, antigua plusmarquista mundial de los 5.000 metros marcha, que nunca podré agradecer lo bastante- está dedicado a la París-Colmar y en él pueden distinguirse las figuras de algunos de los mejores marchadores de larga distancia tanto del pasado como de hoy en día. No es necesario que agucéis la vista: yo no salgo.

jueves, 12 de octubre de 2006

Ha muerto Don Thompson

Hace unos días murió Don Thompson. Fue campeón olímpico de 50km marcha en los Juegos de Roma de 1960. Yo le admiraba desde el día en que vi por television la película oficial de aquella olimpiada. En ella él aparecía marchando en la oscuridad por las calles romanas –la carrera se disputó a últimas horas de la tarde- tocado con una gorra con cubrenuca y con aquel estilo suyo tan característico y tan alejado de los estilos completamente antirreglamentarios de hoy en día. Luego supe de sus curiosos métodos de entrenamiento y lo admiré todavía más. Y un día, a pesar de que tenía treinta años más que yo, competimos juntos. Pero entonces yo…
Pero mejor reproduzco el artículo que escribí hace ya un año para En marcha.


La historia de una mala foto
BJM
"El tren paró en Bazancourt, un pueblo de la región de Champaña. Bajamos, y, nada más pisar el andén, experimentamos un estremecimiento de terror. Escuchamos; tronaba. La música de fondo que habría de acompañarnos durante años -un trueno con cadencias de máquina laminadora- estábamos oyéndola por primera vez en aquel momento. El aliento del frente llegaba a nosotros." Así se inicia "Tempestades de acero", la obra en la que el escritor Ernst Jünger narraba su vida en las trincheras durante la I Guerra Mundial.
El tren ya no se detiene hoy en Bazancourt. En abril de 1996, tuve que coger un taxi en la estación de la vecina Reims para poder llegar hasta allí y tomar parte en una de las competiciones de 200 km del circuito francés de pruebas selectivas para la clásica París-Colmar. Era la segunda prueba de 200 km en la que participaba y tampoco en esa segunda ocasión fui capaz de recorrer la distancia completa en el tiempo límite de 24 horas. Solo seis hombres de los cuarenta que tomamos la salida lo lograron. A mí los jueces me detuvieron en el km 192, y, de acuerdo con el reglamento particular de este tipo de competiciones, me clasificaron en el puesto noveno. A la hora de los premios, la organización me entregó un sobre que contenía un montante en francos equivalente a 30.000 pesetas de las de antes, un copa donada por madame Blanchard, la excelentísima señora alcaldesa de Bazancourt, y dos kilos y medio de azucar en terrones, cortesía de la azucarera local. En la lista de inscritos, además del grueso de franceses -y del español que era yo-, había también dos checos, un eslovaco, un alemán, dos belgas, un húngaro y cerca de una decena de marchadores británicos, con algunos de los cuales conversé al termino de la prueba mientras nos tomábamos el tradicional vin d'honneur que allí acostumbra a cerrar la ceremonia de entrega de trofeos.
Tras las despedidas, inicié el largo viaje de vuelta a casa, durante el cual fui aprovechando la sucesión de trasbordos ferroviarios para ir desprendiéndome de buena parte de aquel pesado lastre de azucar. Unos cuantos dias después, mientras repasaba una vez más la clasificación de la pueba, mi vista se detuvo ante un nombre. Don Thompson. Inglés. Dorsal número 11. 176 km. Decimocuarto clasificado. Don Thompson... Don Thompson... ¡Pues claro, hombre: Don Thompson!
Al principio pensé que era una casualidad (conozco a otro marchador que se llama Maurice Chevalier, así que pueden comprenderme). Pero habría sido demasiada casualidad, ciertamente. Así que corrí a buscar las fotos que me habían hecho durante la carrera por si acaso había habido suerte. Y, en efecto, la había habido. Bueno, más o menos.
La foto era muy mala -la habían tomado desde una distancia excesiva para una cámara sin zoom-, y en ella yo aparecía entre dos marchadores. Se trataba sin duda de los últimos kilómetros de la prueba (los últimos treinta o cuarenta, quiero decir), porque el de detrás era el alemán Neumüller, que se clasificó undécimo y al que solo doblé esa vez. En primer término, con su marchar característico -el torso vencido hacia adelante, la cabeza ladeada y los brazos caídos-, estaba ante mí el mismísimo campeón olímpico de 50 kilómetros de 1960. Don Thompson, in person.
Entonces me vinieron a la mente las imágenes de su victoria en los Juegos de Roma, con aquella emocionante entrada suya en el estadio, caída ya la noche, seguido muy de cerca por el sueco John Ljunggren, al que aventajó en la línea de meta en tan solo diecisiete segundos. Me acordé también de esa fantástica historia que aseguraba que el inglés se había preparado para afrontar el altísimo índice de humedad de la capital italiana mediante el singular método de reproducirla en su casa de Cranford haciendo hervir ollas con agua y cerrando a cal y canto puertas y ventanas. Yo admiraba a ese tipo, vaya. Y ahora resultaba que había estado durante todo un día entero compitiendo junto a él y no me había enterado hasta una semana después. Ni siquiera estaba seguro de que se encontrase entre el grupo de británicos con los que brindé una vez finalizada la prueba. Con todo, es verdad que me quedaba el consuelo de la foto. Pero ya ven qué mierda de foto. (20/10/05)

miércoles, 11 de octubre de 2006

Y aquí, por fin, mi propia versión de los hechos



Creo que escribí más abajo que confiaba en que nadie esperase que en Dijon fuera a conseguir mi marca personal. Lo que pasa es que tampoco esperaba conseguir la peor, todo hay que decirlo. 170,6 kilómetros. Ni en el más dramático de los casos, vaya. Como que me ganó hasta una tía.
Claro que también es verdad que otras veces en condiciones semejantes he optado por decir buenas noches y hasta la próxima y en cambio en esta aguanté hasta el final. No me retiré porque sabía que por muy larga que fuera la carrera, más lo iba a ser el viaje de vuelta si abandonaba, que ya tengo experiencia en eso.
Pero vamos por orden. La salida fue a las tres de la tarde y a las cinco todavía iba bien. A las siete, ya no tanto; a las nueve, digamos que regular; a las once, mal; a la una, fatal; a las tres… A las tres de a madrugada iba hecho una mierda, tú. Perdido en mitad de la clasificación, sin esperanza de remontar y sabiendo ya que ni 200 kilómteros, ni 190, ni siquiera 180. Y, además, muerto de frío. La temperatura debía estar entonces en torno a los tres o cuatro grados y si había empezado a marchar con una camiseta de manga larga y debajo otra de manga corta, ahora llevaba ya un jersey de cuello alto y una chaqueta, además de guantes. Soporté la noche a base de vasos de sopa, cafés y repetidas visitas a la tienda de los podólogos para calentarme las manos ante la estufa. Así hasta que amaneció por fin.
-Ya falta poco.
-Sí, teniendo en cuenta que son las nueve de la mañana, solo quedan seis horas, anda y no me toques más los huevos.
Al menos la mitad de los que habían tomado la salida abandonaron. De los que llegaron, solo un par rindieron conforme a lo que se podía esperar de ellos. Tampoco Santiago y Pepe. A Pepe -el segundo por la derecha en la foto- me lo encontré en mitad de la noche tomándose un analgésico sentado sobre el guardabarros del coche y unas cuantas vueltas después lo estaba atendiendo ya un sanitario. Perdió hora y media, pero continuó. Santiago -el segundo por la izquierda-, como es médico de mujeres, se fue pasando consulta a sí mismo periódicamente, recentándose dosis importantes de descanso cada cierto número de vueltas. Los dos consiguieron terminar por encima de los cien kilómetros. Al que deje de ver a partir de la mitad de prueba era a Philippe (el primero por la derecha).
-¿Y Philippe?
Philippe es un franchute con el que habíamos pasado un buen rato sentados a la mesa durante las horas previas a la prueba. Philippe habla español. Lo habla muy bien, pero, sobre todo, lo habla mucho. Su objetivo era simplemente terminar y había salido en plan conservador.
-Los sanitarios le han obligado a abandonar. Se ha mareado dos veces y tiene la tensión muy baja.
Fui contando las horas hasta el final y, aun así, en las últimas vueltas conseguí pasar del noveno al octavo puesto. Me dieron como premio una medallita, un juego de copas de cristal de diferentes colores que regalé allí mismo a unos amigos y un reloj despertador que ayer, ya en casa, tardé lo menos media hora en conseguir programar. Y cincuenta euros para compensar los gastos. Vamos, lo que se dice un profesional.

martes, 10 de octubre de 2006

Pues al final me sobraron calzoncillos



Aquí la versión para la prensa:
Bernardo José Mora, octavo en las 24 horas de marcha de Dijon
El atleta mallorquín Bernardo José Mora se ha clasificado en octavo lugar en las 24 horas Internacionales de Marcha disputadas el pasado fin de semana en la localidad francesa de Dijon. El marchador balear cubrió un total de 170,632 kilómetros, muy lejos de su plusmarca personal. El vencedor fue el ruso Alexei Rodionov con 200 kilómetros. Los otros dos marchadores mallorquines que tomaron parte en la prueba, Santiago Seguí y José Cámara, se clasificaron decimoquinto y decimosexto, respectivamente. Seguí recorrió 108,225 kilómetros, mientras que Cámara tuvo que conformarse con 104,554. Las bajas temperaturas que se registraron durante el transcurso de la competición, especialmente a lo largo de la noche, fueron causa de numerosos abandonos y solo la mitad de los cincuenta participantes terminó la carrera, que se desarrollo en un circuito de algo más de tres kilómetros en torno al lago Kir.
Aquí la versión para En marcha:
El ruso Alexei Rodionov gana los 200km de Dijon tras 23 horas y 33 minutos
El ruso Alexei Rodionov se proclamó el pasado domingo vencedor de los 200km de Dijon de marcha al cubrir la distancia en un tiempo de 23 horas y 33 minutos. Rodionov fue el único de los particpiantes que logró completar la distancia reglamentaria en el tiempo límite de 24 horas. En categoría femenina, la vencedora fue la francesa Dominique Alverhe, que cubrió los 170km de que constaba la prueba en un tiempo de 22 horas 50 minutos y 3 segundos. Las bajas temperaturas que se registraron durante el transcurso de la competición, especialmente durante la noche, motivaron que se produjera un alto número de abandonos. De los más de cincuenta marchadores que tomaron la salida a las tres de la tarde del sábado, solo la mitad cruzaron la línea de meta 24 horas después.
200km hombres: 1.- Rodionov Alexseï (RUS) 23 h 33 mn 0 s (8,493 km/h); 2.- Morel Philippe (FRA) 196,329 km (8,164); 3.- Fréchengues Bernard (FRA) 192,658 km (8,083); 4.- Parrot Jean Marie 185,316 km (7,751); 5- Gilg Paul (FRA) 185,316 km (7,674); 6.- Barbuczinsky Josef 177,974 km (7,413); 7.- Thanron Bernard (FRA) 174,303 km; 8.- José Mora Bernardo (ESP) 170,632 km (7,144); 9.- Bunel Pascal (FRA) 170,632 km (7,077); 10.- Spieser Jean Paul (FRA) 166,961 km (6,903); 11.- Guérinier Christian (FRA) 163,290 km (6,869); 12.- Staub Philippe (FRA) 126,580 km (5,320); 13.- Simon Jean Luc (FRA) 115,567 km (4,857); 14.- Harasse Daniel (FRA) 111,896 km (4,656); 15.- Segui Santiago (ESP) 108,225 km (4,545); 16.- Camara José (ESP) 104,554 km (4,391)
170 km mujeres:
1.- Alvernhe Dominique (FRA) 170,632 km en 22 h 50 mn 3 s (7,473 km/h); 2.- Anxionnat Claudine (FRA) 166,961 km (6,897); 3.- Brunet Paola (SUI) 163,290 km (6,756); 4.- Dols Corinne (FRA) 152,277 km ( 6,371); 5.- Navet Monique (FRA)144,935 km (6,091); 6.- Gautier Janine (FRA) 137,793 km (5,785); 7.- Quinqueton Bernadette (FRA) 137,593 km (5,765)

miércoles, 4 de octubre de 2006

¿Tres o cuatro?

Al margen de una pequeña duda acerca del número de calzoncillos que debería meter en la mochila para ir sobreseguro (de todas formas, a Dijon vamos tres tíos así que tampoco hay por qué exagerar), tengo ya listo el equipaje. Mañana por la mañana partimos, así que me despido aquí de los posibles lectores de este blog hasta la próxima semana agradeciendo las palabras de ánimo que habéis dejado algunos en el espacio reservado a llos comentarios.
Hasta la semana que viene.

P.D. Si alguien se aburre durante el fin de semana, puede dedicar un par de minutos a seguir el desarrollo de la carrera a través de la web francesa Marchons.com, que ofrecerá información periódica sobre la misma.

martes, 3 de octubre de 2006

¿Entrenar?

Parafraseando a Jack Foster...
Yo no entreno nunca. Salgo a marchar todos los días.

lunes, 2 de octubre de 2006

Un millón de millas



Matt Mahoney, ultramaratoniano estadounidense y aficionado a esto de conectarse a Internet y darle a las teclas a ver qué pasa, decidió hace unos años crear la prueba atlética más larga del mundo. Sería además una prueba virtual que, al modo de las antiguas competiciones postales, permitiría competir unos con otros a corredores y caminantes radicados en diferentes partes del mundo. Así nacio la Carrera del Millón de Millas (Million Mile Ultra Run). El pìstoletazo de salida se dio con las campanadas de Año Nuevo de 1997. Desde entonces, atletas de aquí y de allí acumulan kilómetros en entrenamientos y competiciones y los consignan periódicamente en la página web de la prueba con el objetivo de ser los primeros en sumar el millón de millas reglamentario. (Teniendo en cuenta que un millón de millas son un millón seiscientos y pico mil kilómetros, un rápido calculo nos revela que haciendo veinte kilómetros diarios se necesitarían doscientos veinte años para llegar a meta, o sea que tampoco hay que agobiarse demasiado si a uno se le olvida apuntar hoy sus millas correspondientes; ya lo hará tranquilamente mañana desde el trabajo). La inscripción está permanentemente abierta, de manera que si uno mantiene un diario de entrenamientos –que eso lo hacemos casi todos, menuda panda de fanáticos enfermizos- puede apuntarse en culquier momento e incluir retroactivamente los kilómetros recorridos desde el 1 de enero de 1997 (los corredores o marchadores que no dan señales de vida durante tres meses son eliminados de la carrera, ojo).
Por si a alguien le interesa, voy decimoséptimo. Llevo 26.018 millas y delante de mí marcha un tal Tom Hendricks al que no consigo acercarme de ninguna manera, maldita sea su estampa.

Tapering (tocándose los huevos)

El Tapering es esa fase de la preparación que consiste esencialmente en reducir el entrenamiento durante los días previos a la competición con el objetivo de llegar a la misma convenientemente descansado y, por tanto, se supone que en las mejores condiciones. Existe una larga serie de teorías al respecto, que difieren desde el momento en que debe iniciarse el Tapering al alcance del mismo. Algunos ultramaratonianos no dudan en recomendar el cese completo de la actividad durante la semana previa a la prueba.
Seguro que el Tapering resulta muy útil para aquellos que hacen las cosas -o dejan de hacerlas- precisamente en virtud de su utilidad. Porque hay gente que es pragmática incluso en esto de tocarse los huevos. En cuanto a mí...
En 1999 tomé parte en las 24 horas de Chateau-Thierry, en Francia, y decidí que ya que debía hacer un último trasbordo en París bien podía aprovechar el viaje y pasar allí un par de días antes de la prueba. El jueves -la carrera empezaba el sábado- dediqué toda la mañana en realizar marchando el Tour de París, la vuelta completa a la ciudad siguiendo el trazado de los llamados "bulevares exteriores", las grandes avenidas que llevan los nombres de los mariscales de Napoleón, y que establecen el límite administrativo de la capital. Fueron 35 kilómetros mochilita a la espalda, plano en la mano y relativamente a toda leche. Ignoro si aquello me perjudicó después en la carrera y si podría haber mejorado mi décimo puesto de no haber realizado aquel esfuerzo solo un par de días antes, pero lo cierto es que ahora puedo decir que he visto la Torre Eiffel de todas las maneras posibles.

domingo, 1 de octubre de 2006

Volvemos a Dijon

Pues ya está. La primera competición de la temporada ya ha llegado. El próximo fin de semana compito en los 200 kilómetros de Dijon. Bueno, 200 kilómetros o, en su defecto, los que uno sea capaz de recorrer antes de que se cumplan las 24 horas establecidas como límite. Que ya se verá. (Todos sabemos lo que significa entrenar en verano más de una hora seguida, así que espero que nadie confíe en que voy a ir a Dijon dispuesto a batir mi marca personal.)
Sea como fuere, lo importante de verdad es que esta primera prueba de la temporada nos da a todos la oportunidad de saludar a esos amigos a los que solo vemos un par de veces al año.

No había vuelto a Dijon desde el año 2000, año al que corresponde la foto de arriba, en la que aparezco con Pepe, que también vuelve. Será, en cambio, la primera participación de Santiago, con el que nos encontraremos en Gerona para hacer el viaje los tres juntos.