Aquí el problema no es la duración de la prueba, ni el calor, ni la televisión, ni la paridad, ni leches. El problema es de credibilidad. Tenemos una prueba que nosotros mismos (el mundo del atletismo en general, me refiero) no nos creemos. Y es un problema que no tenemos ni idea de cómo resolver. Como así no se puede seguir, lo mejor es dejar que la marcha se vaya muriendo. No la vamos a matar directamente, pero sí haremos lo posible para que su vida no se alargue mucho.