Este invento de la prueba mixta, que, de nacer, lo hará moribunda, no es más que un paso más hacia la desaparición de la marcha en los Juegos Olímpicos, favorecido por la decisión de la IAAF, o World Athletics, o como se llame ahora, de sustituir una prueba histórica como era la de 50 km por otra sobre 35, distancia absurda y sin el menor atractivo que se presta a experimentos, cuando no a verdaderas mamarrachadas, como las que se plantean.
Había que ser muy optimista para creer que la pretensión de introducir en el programa olímpico un 50 km femenino para lograr la lógica paridad iba a tener como consecuencia la inclusión de una prueba en lugar de la eliminación a corto o medio plazo de otra (con lo que el COI conseguirá igualmente la paridad y verá cumplido su deseo de ir haciendo hueco para otros deportes).
El problema de fondo, sin embargo, no es el de la falta de paridad, lo abultado del programa o lo excesivo de la distancia. Lo que da pie a que todo ello se tome en consideración para acabar con la marcha es el tremendo desprestigio que arrastra la especialidad desde hace años. Porque no puede ser que cualquier simple aficionado que se sienta ante la tele a ver una prueba de marcha se atreva a enmendarle la plana a todo un plantel de jueces internacionales con afirmaciones del tipo "todos corren" y encima tenga razón.
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