En la pomposa y más bien un poco larga ceremonia de entrega de trofeos que se celebró en el majestuoso edificio del ayuntamiento de Roubaix, el alcalde de la ciudad hizo hincapié en el hecho de que en la prueba de las 28 horas hubiera un número altísimo de marchadores extranjeros, superior incluso al de los franceses. "Ello es -dijo el baranda- porque los atletas saben que aquí serán bien acogidos". Y no se equivocó al decirlo. Esa acogida es poco menos que inmejorable tanto en el plano práctico -compensación por gastos de desplazamiento, hotel y manutención gratuitas- como en el sentimental. Porque a veces, lo que más agradeces es, simplemente, que te den la bienvenida con una sonrisa. Y luego, premios en metálico para los diez primeros y regalos a elegir a partir del undécimo según el orden de llegada (había un aspirador y algún que otro lector de DVD). Pocas pruebas hay en las que antes y después de la competición el marchador sea mejor tratado que en Roubaix.
Claro que también habrá que hablar aquí de lo que pasa durante la prueba...
Así que a ver si consigo que la gente se haga una idea. Circuito de algo más de tres kilómetros, la mitad del cual está abierto al tráfico, por lo que unos voluntarios se encargan de organizar el paso de los cruces, cosa que a veces solo consiguen medianamente, por lo que hay que pasar aguantando la respiración. La otra mitad del circuito, ésta sí cerrada al tráfico, discurre por una calle que da a una plaza en la que, la mañana del domingo, se celebra el mercado. Así que coches es verdad que por allí no pasa ni uno, pero mientras el mercado está abierto una multitud compuesta por amas de casa, señores de edad, parejas con niño, mujeres con burka, niños en bicicleta y hasta talibanes en pleno ramadán cruzan y descruzan la calle o se plantan en mitad de ella a contarse la vida sin importarles un pimiento que el marchador que viene por detrás tenga que ir sorteándolos para poder seguir su camino. Y nadie de la organización para poner un poco de orden o pegar directamente un par de tiros.
Y sin embargo, terminada la entrega de trofeos, cuando el organizador se despide de ti y te vuelve a dar las gracias una vez más por haber participado en la carrera estás a punto de decirle que te apunte ya para el año próximo.
Foto cortesía Nord Eclair
Claro que también habrá que hablar aquí de lo que pasa durante la prueba...
Así que a ver si consigo que la gente se haga una idea. Circuito de algo más de tres kilómetros, la mitad del cual está abierto al tráfico, por lo que unos voluntarios se encargan de organizar el paso de los cruces, cosa que a veces solo consiguen medianamente, por lo que hay que pasar aguantando la respiración. La otra mitad del circuito, ésta sí cerrada al tráfico, discurre por una calle que da a una plaza en la que, la mañana del domingo, se celebra el mercado. Así que coches es verdad que por allí no pasa ni uno, pero mientras el mercado está abierto una multitud compuesta por amas de casa, señores de edad, parejas con niño, mujeres con burka, niños en bicicleta y hasta talibanes en pleno ramadán cruzan y descruzan la calle o se plantan en mitad de ella a contarse la vida sin importarles un pimiento que el marchador que viene por detrás tenga que ir sorteándolos para poder seguir su camino. Y nadie de la organización para poner un poco de orden o pegar directamente un par de tiros.
Y sin embargo, terminada la entrega de trofeos, cuando el organizador se despide de ti y te vuelve a dar las gracias una vez más por haber participado en la carrera estás a punto de decirle que te apunte ya para el año próximo.
Foto cortesía Nord Eclair
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