Es difícil encontrar información sobre marchadores del siglo XIX. La marcha estaba entonces en sus inicios como disciplina atlética verdaderamente regulada y al no existir todavía competiciones internacionales su trascedencia era más bien escasa. Uno de los marchadores de aquellos años que, sin embargo, ha pasado a la historia es Abraham Stoker. La pista me llega a través de Racewalkingrecord.com.
Nacido en Dublín en 1847, Abraham Stoker pasó los primeros siete años de su vida en la cama, aquejado de múltiples enfermedades de las que su madre intentaba sanarle mediante la repetida aplicación de sangrías. Ya restablecido, en su época de universitario se convirtió en un destacado deportista, inclinándose finalmente por la marcha, especialidad que siguió practicando una vez que trasladó su residencia a Inglaterra para ejercer como funcionario. Se cuenta que ganó todas las pruebas que disputó a lo largo de su carrera con una sola excepción: el Campeonato del Servicio Civil de 1868, disputado en Londres sobre la distancia de 5 millas (8.046 metros), en el que fue descalificado por infringir la regla del contacto permanente con el suelo. Con todo, incluso en esa carrera la descalificación le llegó después de haber cruzado la línea de meta en primer lugar con un tiempo de 40 minutos y 5 segundos. Ante esto, el propio comité organizador de la competición decidió recompersar su inútil esfuerzo otorgándole un premio especial.
Stoker dejó finalmente la marcha para dedicarse a otra de sus grandes aficiones: la literatura. En 1895 escribió su obra más famosa: Drácula.
6 comments:
Toma ya...
Ya sabéis. Todo el mundo me escribe un relato corto, preferiblemente de fantasia, de no menos de 100 páginas; después de cada descalificación.
Nunca se sabe.
Y a saber lo que pensaba cuando le preguntaban que en quién se había inspirado al escribirla.
En su madre, que le hacía las sangrías... Interesantes las connotaciones eróticas del asunto.
Y el conde Drácula seguro que también pecaba de 'falta de contacto' con el suelo, cuando volaba metamorforseado de vampiro...
Santiago
Pero si está claro.
Drácula es el antigüo marchador, ya retirado, que mal vive alimentandose de lo que puede, porque este deporte no le ha dado para más; en su refugio de las montañas.
Un dia aparece un periodista que quiere escribir un articulo sobre cómo era la marcha antes y mientras le entrevista se le cae un panfleto. "Esssto que essshh?", "Nada, un 50 que estoy montando". Ante semejante tentación, Drácula decide volver a la tierra donde tantos éxitos tuvo en el pasado atraido por ese 50.
Después de planificar el viaje, un entrenamiento que lo rejuvenece hasta los niveles de cuando fue joven; llega a Inglaterra, dispuesto a comerse el 50 (o al menos a hincarle el diente).
Pero ay! cual es su sorpresa cuando se da cuenta que le están esperando todo el comité de jueces que años atrás acabaron con su carrera; en cabezados por el sádico Van Helsing, dispuestos a acabar con él. (Aquí se puede apreciar claramente cómo la estaca no simboliza mas que a la tablilla roja!)
Todos sabemos cómo acaba la historia...
Venga, ya que estamos con historias, y aunque no tenga nada que ver con la marcha, copio aquí un artículo que escribí sobre Drácula hace unos años
El Drácula español
9/11/05
El aniversario oficial se cumple el año que viene, pero a mí me da la gana de celebrarlo ahora, no me vayan a pisar la idea. Hace 75 años por estas mismas fechas, en los estudios de la Universal se rodaba «Drácula». Las dos. Porque al inicio de la década de los 30 apenas existía el doblaje en el cine y de algunas de las grandes producciones de Hollywood se solía rodar también una segunda versión en español. Tod Browning dirigió la original con Bela Lugosi en el papel del vampiro. La tarea de sacar adelante la versión española fue encomendada a George Melford, un americano que sólo hablaba inglés. Se rodó de noche, una vez que Browning y Lugosi terminaban su trabajo diario y el estudio quedaba libre. Drácula era un cordobés llamado Carlos Villarías. La mejicana Lupita Tovar se encargaba de interpretar a Eva y un tal Eduardo Arozamena al doctor Van Helsing. El guión era el mismo. Las mismas escenas, el mismo decorado... Una de las pocas cosas que cambiaron de una versión a otra -además del toque personal que fue capaz de conferirle Melford- fue el vestuario. A Lupita Tovar se le veían mucho más las tetas que a la protagonista de la versión americana, Helen Chandler.
Pero mientras el «Drácula» de Tod Browning y el propio Bela Lugosi se convertían pronto en mitos, la versión de Melford y Villarías seguía un camino completamente opuesto. Con el paso del tiempo todos lo rollos se perdieron. Hace cosa de quince años, sin embargo, alguien dio casualmente con una última copia del negativo. Recuperada por fin, la versión española se comercializa hoy junto a la otra como un apéndice curioso. Aprovechando que estamos de aniversario y El Corte Inglés está aquí al lado pueden verla, compararla y contrastar su opinión con la de los críticos de la época. Ellos aseguraban que era la buena.
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