El 31 de marzo de 1929, en torno a dos centenares de corredores tomaron la salida de una de las más extraordinarias pruebas atléticas que se hayan celebrado jamás. Una carrera por etapas desde Nueva York a Los Ángeles: 5.747 kilómetros en 78 duras jornadas. El promotor C.C. Pyle, que el año anterior había organizado ya una primera edición de la prueba, con salida en Los Ángeles y meta en Nueva York, había previsto para esta segunda una cuantía todavía mayor de premios en metálico, que iban desde los 25.000 dólares destinados al primer clasificado a los 700 reservados para consolar al decimoquinto.
A la llamada del dinero acudieron corredores y marchadores de todo el mundo, desde la vecina Canadá a la lejana Australia. Europa estuvo representada por atletas de Italia, Bélgica, Dinamarca, Suecia, Polonia, Finlandia.... Se inscribió un corredor de Armenia, otro de Rhodesia… Y un español. Se llamaba Antonio O. López y era de Madrid. Su nombre es lo único que sabemos hoy de él. El paso del tiempo ha borrado su recuerdo, como lo ha hecho también con los recuerdos de la propia carrera. No se conserva de ella documentación oficial alguna y toda la información con la que se cuenta procede de hemerotecas y de archivos particulares, cuyas crónicas y fotografías muestran a aquellos esforzados corredores avanzando día tras día por la hoy mítica ruta 66 formando parte de una exótica caravana pedestre precedida de una no menos extravagante romería de vendedores ambulantes, artistas circenses y gentes del espectáculo encargadas de dar realce a las llegadas. Gracias a lo que contaron en su día los periódicos se sabe que el ganador fue el norteamericano Johnny Salo, que empleó un total de 525 horas, 57 minutos y 29 segundos, tan solo 2 minutos y 47 segundos menos que el inglés Peter Gavuzzi. Tercero fue Guisto Umek, un marchador italiano, vencedor de los 100km de Milán en 1923 y 1927, que ya había participado el año anterior y había finalizado quinto. Se conocen los nombres de los 18 primeros atletas que aquel 16 de junio cruzaron la línea de meta situada en el estadio de Wrigley Field. A partir de ahí todo son dudas. Para empezar, se ignora cuántos de los atletas inscritos llegaron realmente a tomar la salida y, aún más, cuántos de entre todos ellos llegaron finalmente a Los Ángeles. Se sabe, sí, que ninguno cobró su premio. La empresa propiedad de C.C. Pyle quebró mientras los corredores, ajenos a las fluctuaciones de la Bolsa neoyorquina, cruzaban el país.
Hoy, tres cuartos de siglo después, no nos quedan sino preguntas sin respuesta. ¿Corrió realmente Antonio O. López aquella carrera? Y sobre todo... ¿Quién era Antonio O. López?
A la llamada del dinero acudieron corredores y marchadores de todo el mundo, desde la vecina Canadá a la lejana Australia. Europa estuvo representada por atletas de Italia, Bélgica, Dinamarca, Suecia, Polonia, Finlandia.... Se inscribió un corredor de Armenia, otro de Rhodesia… Y un español. Se llamaba Antonio O. López y era de Madrid. Su nombre es lo único que sabemos hoy de él. El paso del tiempo ha borrado su recuerdo, como lo ha hecho también con los recuerdos de la propia carrera. No se conserva de ella documentación oficial alguna y toda la información con la que se cuenta procede de hemerotecas y de archivos particulares, cuyas crónicas y fotografías muestran a aquellos esforzados corredores avanzando día tras día por la hoy mítica ruta 66 formando parte de una exótica caravana pedestre precedida de una no menos extravagante romería de vendedores ambulantes, artistas circenses y gentes del espectáculo encargadas de dar realce a las llegadas. Gracias a lo que contaron en su día los periódicos se sabe que el ganador fue el norteamericano Johnny Salo, que empleó un total de 525 horas, 57 minutos y 29 segundos, tan solo 2 minutos y 47 segundos menos que el inglés Peter Gavuzzi. Tercero fue Guisto Umek, un marchador italiano, vencedor de los 100km de Milán en 1923 y 1927, que ya había participado el año anterior y había finalizado quinto. Se conocen los nombres de los 18 primeros atletas que aquel 16 de junio cruzaron la línea de meta situada en el estadio de Wrigley Field. A partir de ahí todo son dudas. Para empezar, se ignora cuántos de los atletas inscritos llegaron realmente a tomar la salida y, aún más, cuántos de entre todos ellos llegaron finalmente a Los Ángeles. Se sabe, sí, que ninguno cobró su premio. La empresa propiedad de C.C. Pyle quebró mientras los corredores, ajenos a las fluctuaciones de la Bolsa neoyorquina, cruzaban el país.
Hoy, tres cuartos de siglo después, no nos quedan sino preguntas sin respuesta. ¿Corrió realmente Antonio O. López aquella carrera? Y sobre todo... ¿Quién era Antonio O. López?
5 comments:
Tus historias enganchan.
Sí, yo vivo sin vivir en mí.
En este último comentario me parece advertir cierto retintín...
La verdad es que hay historias que uno cree impensables en aquella epoca y que habria que saber los detalles para ver en que condiciones reales se realizaron: Calzado, avituallamiento, alojamiento, etc.
Gran entrada. No es que no supiera que en los '20s ya estaban haciendo estas majaderías, es que ni me imaginaba que se hubieran hecho. Tonto de mí. Muy interesante.
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