
A la altura de la película en que estamos no hará falta volver a recordar la condición de deporte minoritario que ha arrastrado la marcha desde siempre. Y aunque todos nos lamentamos de que nuestro deporte sea solo noticia una vez al año y siempre y cuando se gane alguna medalla en la olimpiada o mundial correspondiente, yo particularmente no puedo evitar preguntarme qué pasaría de no ser así. ¿Cuál sería la consideración que acabaría teniendo entre los aficionados, los medios y las instituciones un deporte de masas cuyas competiciones más importantes fuesen ganadas invariablemente por alguien -este hoy, aquel mañana, pasado a saber a quién le toca- al que todo el mundo pudiese ver a través de la tele infringir repetida y claramente el reglamento? Porque una cosa es la subjetividad, a la que tampoco son ajenos buen número de deportes de masas, y otra el despelote. Conque, así las cosas, quizás sea incluso mejor que Miss Universo 2004 no sepa quién es Jefferson Pérez. Tampoco nosotros recordamos ya cómo se llamaba ella.
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