miércoles, 22 de octubre de 2008

Palabra de corredor

El otro día me pidieron un artículo para una revistita. No trata de marcha, pero tampoco puede decirse que no guarde alguna relación, así que lo traigo aquí también.

Nunca le vi correr -si exceptuamos los escasos diez segundos que aparece en la película oficial del maratón de los Juegos Olímpicos de Montreal-, pero Jack Foster fue siempre mi corredor favorito.

Llegó al atletismo muy tarde, cumplida ya la treintena, después de haber practicado el ciclismo en su juventud. A los 40 años se clasificó octavo en el maratón olímpico de Múnich y un año después ganó la medalla de plata de los Juegos de la Commonwealth, en Christchurch, estableciendo un nuevo récord mundial de la categoría de veteranos: 2:11:18. En esa película de los Juegos de 1976 puede vérsele, vestido con el uniforme negro de Nueva Zelanda, encabezando el grupo nada más dejar el estadio, corriendo codo con codo con quien luego ganaría la carrera, el alemán Waldemar Cierpinski (más conocido como “Expediente 62” en los archivos secretos de la STASI relativos al programa estatal de dopaje de la antigua RDA). A sus 44 años, Foster terminó decimoséptimo. Pero no es por ello por lo que siempre le admiré. No es por lo que hizo, sino por lo que dijo.

Fue el día en que un periodista quiso que le contara qué plan de entrenamiento seguía para ser, a sus cuarenta y tantos tacos de almanaque, uno de los mejores corredores del mundo. Otro cualquiera en su lugar habría aprovechado la oportunidad (“Me alegro de que me hagas esta pregunta, Bill.”) para dejar caer alguna grandilocuente ocurrencia con la que intentar pasar a las antologías deportivas. Los libros dedicados al atletismo y el correr ofrecen un completo compendio de sentencias disparatadas que parecen inspiradas en los diálogos del manga japonés, cuando no directamente fusiladas de las obras completas de Paulo Coelho. Si aceptáramos que de verdad se creían las solemnes capulladas que llegaron a decir sobre sí mismos y sobre su deporte nos encontraríamos con que entre los grandes personajes que han hecho historia dentro del atletismo había masoquistas de la talla de Henri Rono, (“No entreno para asumir el dolor; entreno para quebrar el dolor.”); fanáticos como Herb Elliot (“Las únicas tácticas que admiro son las de hacerlo o morir.”); metafísicos como Emil Zatopek (“Somos diferentes, en esencia, de los demás hombres."); hipocondríacos como Gelindo Bordin (“Hay veces que pienso: hoy puedo morir.”), perdonavidas con el palmarés de Steve Prefontaine (“La mayoría de la gente corre para ver quién es el más rápido; yo corro para ver quién tiene más redaños.”) y hasta algún que otro autómata antropomorfo como Patti Sue Plummer (“Entrenar es como cepillarse los dientes. No pienso en ello. Simplemente lo hago”). Incluso un tipo de la personalidad de Frank Shorter (el hombre que llegó detrás del “Expediente 62” en el maratón olímpico de Montreal) fue capaz de soltar en su día la siguiente patochada sin ni siquiera enarcar una ceja: "Tienes que olvidarte de tu último maratón antes de intentarlo con otro. Tu mente no debe saber lo que te espera”.

Jack Foster era un hombre que hablaba poco. Su padre murió cuando él tenía siete años, a los catorce abandonó la escuela y estuvo trabajando en una fábrica de Liverpool hasta que a los veinticuatro emigró a Nueva Zelanda. Ante el periodista que le interrogaba sobre su forma de prepararse, aquel día se encogió de hombros y sin histrionismos ni afectaciones resumió su personal concepción del deporte, el entrenamiento, la competición y la vida con solo unas sencillas palabras: “¿Entrenar? Yo no entreno nunca. Simplemente, corro todos los días”.

4 comments:

Paco Montoro dijo...

Esta entrada me la copio y pego en mi diario de corredor, me ha encantado. Enhorabuena por ello.

Anónimo dijo...

Este tipo está claro que era un superdotado.No obstante,su longevidad deportiva se debe a que se inició tarde en el atletismo y su cuerpo no estaba tan castigado como otros corredores más jóvenes.De todas formas,en algunos atletas la edad biológica no se corresponde con la edad cronológica.Por lo tanto,a veces observamos atletas veteranos con marcas espectaculares,siempre que les respeten las lesiones,claro está.Por otra parte,el mundo del atletismo está lleno de citas con todo tipo de calificativos.En algunas de ellas,nos hemos visto reflejados como en un espejo alguna vez.Estas opiniones son a la vez comunes y particulares al mismo tiempo,porque así lo hemos vivido o sentido.Está claro que el atletismo de competición no es un camino de rosas.Enhorabuena Bernardo,el artículo es muy bueno.

Anónimo dijo...

muy bueno¡¡


P.D.:ya lo dijiste tu hace no mucho que no distinguias temporadas ni nada...salias a marchar jeje

un saludo

Vic dijo...

¡Uf! yo que salgo porque sí, pensaba que debía tener una razón relacionada con la muerte.
Debe ser por eso que me muevo poco del sitio, no sea cosa que me salga a camino la muerte y ¡pa eso no corro!