jueves, 12 de noviembre de 2015

Lebaniego IV

En La Iglesia, el camino se desvía a la derecha. En la esquina, una señora se detiene y me mira.
-¿Es usted peregrino?
-Sí, claro.
-Pues venga por aquí.
-Ya, pero es que quería pararme a tomar algo en algún bar.
-No hay. Está todo cerrado. No podrá tomar nada hasta Comillas. Venga.
Comillas está a cuatro o cinco kilómetros. La señora también va para allá. Me cuenta que muchas veces ha tenido que correr detrás de peregrinos que habían cogido el camino equivocado. Me cuenta también que estuvo trabajando en Bélgica 47 años y que al jubilarse decidió volverse a casa.
-Un día estuve caminando un rato con una peregrina que hablaba francés. Como por su acento no me parecía francesa le pregunté que de dónde era y resultó que había sido vecina mía en Bélgica y yo no lo sabía. ¡Era la mujer del veterinario al que mi hija llevaba el canario cuando dejaba de cantar!
-¡Tócate los cojones!
(Continuará)